martes, 6 de noviembre de 2012

Sexo, género e igualdad

Uno de los temas sociales que más me han interesado últimamente es el concepto de género, la ideología de género o movimientos sociales de género. Es un tema verdaderamente escabroso y que generalmente toca la fibra sensible, pero me parece de vital actualidad e importancia por las repercusiones que esta ideología tiene y puede llegar a tener en nuestra sociedad. Es por ello que dedicaré bastantes líneas al asunto.

En primer lugar, me gustaría distinguir entre feminismo e ideología de género. La primera es un movimiento histórico que pretendía lograr la igualdad del hombre y la mujer en la vida social, superando los perjuicios históricos que habían llevado a menospreciar a la mujer en los distintos ámbitos. La ideología de género, pese a haber nacido en el seno del feminismo, es algo muy distinto.

El concepto de género, en sustitución al tradicional término sexo, se ha venido imponiendo en los últimos años a raíz de la actuación de movimientos de corte feminista-marxista (generalmente) que abogan por una idea constructivista de la identidad sexual. Pero comienza a hablarse de género ya desde finales de los años 60 en el ambiente intelectual de cuestionamiento del orden y sistema imperante que caracterizó el Mayo del 68.

Las intelectuales feministas seguidoras de los planteamientos de Simone de Beauvoir (a la que se le atribuye la famosa frase "la mujer no nace, sino que se hace") empezaron a mostrarse críticas contra el feminismo anterior, considerándolo erróneo en su única finalidad de conseguir la igualdad entre ambos sexos. Estas nuevas feministas, que podríamos calificar "feministas de género", consideraban que la verdadera igualdad no se conseguiría equilibrando la participación (política, laboral, social, familiar) de hombres y mujeres, sino que únicamente podrá alcanzarse cuando desaparezca la propia distinción entre hombre y mujer. Lo que de verdad esclaviza a la mujer es su propia existencia como ente distinto al varón.

Para el feminismo de género no existe una identidad sexual natural, es decir, no existen el hombre y la mujer como identidades diferenciadas por su naturaleza. Lo que existen son unas construcciones sociales elaboradas y controladas por los varones para mantener a la mujer limitada a su función reproductiva. La liberación de la mujer llegaría, desde esta perspectiva, cuando sea liberada de esa función atribución de proporcionar descendencia a los hombres. Es por ello que la ideología de género está jalonada por un intrínseco rechazo a la maternidad y al matrimonio, siendo este último la principal institución de represión impuesta por los hombres.

Dado que desde el feminismo de género no existe una sexualidad natural, la diversidad en la dimensión social de la personalidad de las personas se explica mediante factores culturales. La orientación afectivo-sexual pasa de ser una imposición biológica a una construcción/autoconstrucción cultural que se asimila
No se puede hacer distinción, por tanto, entre unas identidades sexuales u otras (heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, transexualidad) como más o menos naturales, como más o menos propias de un sexo u otro.

Hoy en día una de las voces más importantes del feminismo de género es Judith Butler, quien defiende que comprender el género como una categoría histórica es aceptar que el género, entendido como una forma cultural de configurar el cuerpo está abierto a su continua reforma y que la anatomía y el sexo no existen, sino un marco cultural. Términos como masculino y femenino son notoriamente intercambiables. Los términos para designar el género nunca se establecen definitivamente, sino que están siempre en construcción. En este sentido, se puede ser mujer en un cuerpo de hombre, y viceversa, ya que cada uno construye su propia identidad afectivo-sexual sin que haya una base natural previa.

El feminismo de género persigue la eliminación de identidades sexuales, sustituyéndolas por identidades de género que cada uno construye y transforma a lo largo de su vida. Es por ello que el matrimonio y la familia (entendidos en el sentido tradicional) formadas por el hombre y la mujer, deben suprimirse y equiparar todas las uniones de personas de cualquier género. Partiendo de estos principios se han aprobado leyes que equiparan el matrimonio entre hombre-mujer a la unión entre personas de la misma identidad sexual.

Se pretende mediante estos mecanismos alcanzar una sociedad sin clases de sexo. He aquí la fundamental vinculación con el marxismo y la idea de lucha de clases. La milenaria lucha entre hombres (patronos) y mujeres (proletarios) no terminará cuando se equiparen sus estatus, sino cuando los hombres y las mujeres no existan. Para ello hace falta un proceso de deconstrucción del patriarcado desde la política y la educación, de manera que las categorías propias del género calen en la sociedad.

Alison Jagger define así la deseada sociedad sin clases ni sexos: el final de la familia biológica eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad y las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como opciones alternas fuera del alcance de la regulación estatal. En vez de esto, las categorías de heterosexualidad y homosexualidad serán abandonadas. La misma institución de las relaciones sexuales en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido desaparecerá. La humanidad podrá por fin revertir su sexualidad poliformamente perversa natural.

Opinión personal:

A diferencia del original movimiento feminista, justo y positivo en sus planteamientos de igualdad, la ideología de género viene a ser una apuesta por la construcción personal de la realidad. En este sentido, constituye una ideología (o conjunto de teorías) sin ningún argumento racional. A día de hoy no es aceptable negar el determinismo de la biología. Existen únicamente dos sexos, el masculino y el femenino, y por mucho que uno desee la existencia de otros distintos, la realidad no cambiará. Pretender que el deseo modifique la realidad es ingenuo, la realidad no está sujeta a opiniones. Las perspectivas de la realidad pueden ser más acertadas o erróneas, pero aquella siempre será lo que es. En este caso, la defensa de una autoconstrucción de la identidad sexual no tiene fundamento. Uno puede vestirse como tradicionalmente lo hacen los hombres o las mujeres, puede actuar siguiendo los estereotipos considerados masculinos o femeninos, puede incluso modificar su propia morfología, pero ello no cambiará la realidad: uno es hombre o mujer antes de nacer. 

Desde un punto de vista social, considero un hecho objetivo la necesidad de dar los últimos retoques prácticos (los teóricos ya están asumidos) que aseguren la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Pero la igualdad de oportunidades no implica igualdad radical ontológica. El hombre y la mujer son iguales en dignidad, pero no puede negarse que la biología determine características morfológicas (y psicológicas) entre ambos sexos. En lugar de defender una teoría neomarxista de lucha de sexos, yo apostaría por recalcar la complementariedad de las diferencias sexuales entre hombre y mujer, sin por ello despreciar o menospreciar las relaciones entre iguales.

En conclusión, no creo aceptable el cuestionamiento de la realidad científica sobre la identidad del ser humano. Podemos amoldar la sociedad para que todos nos sintamos respetados y aceptados en ella, podemos dejar a un lado las valoraciones morales en sexualidad, pero no podemos negar la realidad: existen identidades más propias del sexo masculino e existen identidades más propias del sexo femenino.

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