La afirmación "todo es relativo" ha hecho mucho daño. ¿Cuántas veces hemos oído "para mi Dios existe"? No nos equivoquemos. Dios, exista o no, lo hará o no lo hará para todos, no para unos pocos. ¿Acaso la vida democrática nos ha hecho creer que todas las teorías son igual de válidas, igual de verdaderas, igual de correctas? Hemos radicalizado el discurso de la igualdad hasta tal punto de llegar a un "todo vale", a un "esto es así para mi" y un "aquello es así para ti, pero no para mi", como si cada uno viviera una realidad propia independiente de la realidad común en la que todos nos movemos. La pluralidad de posiciones, legítima y natural, ha dado paso a un pluralismo indiferenciado basado en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas. La Verdad ha perdido su carácter exclusivo y absoluto. En este sentido, todo se reduce a opinión.
Y si todo
son meras opiniones, ¿por qué debatir? ¿por qué dialogar? Si todas las
opiniones son igualmente válidas, ninguna lo es. Si no existe una Verdad
universal como punto de referencia común a alcanzar por todos se deduce que
nada es verdad, que nada es bueno o malo y que cada uno decide por
autoconvencimiento lo que es verdad para él. Algunos teóricos relativistas,
llevando el escepticismo a los límites, han optado por determinar que no existe
esta Verdad común a todos los seres humanos.
Esta es una
actitud derrotista y simplista, por no decir también cómoda. Que la Verdad no
pueda ser conocida en su totalidad no implica que no exista. De hecho, la
Verdad existe necesariamente, pues sino no sería verdad. Es más, los propios
escépticos absolutos deben partir necesariamente de una verdad contradictoria:
que no existe la Verdad. Esta actitud no sólo no es aceptable por su intrínseca
contradicción, sino que no puede ni debe ser deseable por nadie. De todas las
teorías sobre la realidad, el escepticismo constituye la más deprimente e
inhumana de todas. Como las demás, no es demostrable. Por lo tanto, ¿por qué
optar por la teoría del nihilismo? Sólo tiene utilidad teórica, no práctica, ya
que su puesta en práctica conduce necesariamente a la depresión. Ni
siquiera es posible ser completamente coherente con un pensamiento escéptico.
Antes o después el escéptico se pronunciará a favor o en contra de
decisiones ajenas y alzará la voz para decir "eso está mal" o
"eso es injusto" cuando vaya contra sus intereses. Ellos achacarán el
error a la educación y la influencia sociocultural que les rodea, pero está
demostrado que todos los pueblos de la historia, aislados o comunicados,
coinciden en un conocimiento natural de verdades morales
básicas comunes (y que no se fundamentan en un positivismo).
Todos
afirmamos o creemos estar en posesión de la verdad, que nuestras ideas son las
más correctas y que los demás deberían tenerlas en cuenta. Y esto no tiene
absolutamente nada de malo, es totalmente natural. Es más, siempre y cuando no
impongamos por la fuerza nuestras creencias, defender y argumentar una teoría
será un buen ejercicio de racionalidad y de actitud crítica ante la realidad
que contribuye a conocerla aun más y mejorarla. Pero por desgracia, el
imperante relativismo hace cada día más inútiles los debates y la
investigación. Las verdades son ahora personales y se construyen simplemente con
el autoconvencimiento.
No podemos
permitirnos caer en esta ingenuidad tan cómoda de creer lo que nos conviene
independientemente de su racionalidad. Que existe una Verdad es un hecho
objetivo y universal que nos afecta a todos. Que es difícil conocerla, incluso
imposible, también. Pero somos seres humanos, no podemos permitirnos desechar
todos los avances de la filosofía y perder la esperanza de encontrar respuestas
definitivas a nuestras inquietudes. No podemos conformarnos con verdades parciales
y provisionales respecto a la naturaleza del hombre y la realidad. Por ello
creo que, desde el respeto, deben rebatirse contundentemente las teorías
relativistas y el escepticismo radical. Por nuestro bien y por el suyo. No
deberíamos dejarnos avasallar por quienes califican de "totalitario"
a quien defiende su teoría como verdadera o mejor que la de los demás. Sería
estúpido no creer que tu teoría es la mejor si es la que estás siguiendo o
seguir una teoría si no crees que es la mejor. Claro, que en nuestra sociedad
la incongruencia está a la orden del día.
No
nos confundamos hay que respetar siempre a las personas, pero no
necesariamente las teorías. Es más, no deben respetarse (aceptarse como
factibles) las creencias que van contra la razón, sobre todo si son dañinas con
el ser humano. Respetemos a las personas y su derecho a expresar sus creencias,
pero si no creemos que sean aceptables, debemos iniciar el debate dialéctico.
Lo más importante, a día de hoy, es saber discernir entre lo correcto y lo
conveniente, adjetivos muy distintos y muchas veces opuestos que se confunden
con facilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario