A modo de conclusión, me gustaría incidir en los aspectos que más me han llamado la atención de la asignatura.
En primer lugar, dado el reducido tiempo de docencia otorgado a la asignatura, éste se ha aprovechado de forma oportuna. Las clases no se han planteado siguiendo el tradicional método magistral, sino que se han venido adaptando a las diferentes inquietudes que tanto alumnos como profesor han ido proponiendo como de principal interés. Además, ello no nos ha impedido abordar de forma introductoria las diferentes teorías de la sociología de la educación, contando además con material complementario. Este método, a mi modo de ver, ha permitido que los alumnos marcaran su propio ritmo de trabajo en función de su interés particular sobre esta rama de la sociología.
Las clases han sido bastante dinámicas y muy creativas. Han llenado de propuestas y alternativas educativas que hemos podido valorar personalmente cada uno de nosotros. El foro, pese al elevado número de participantes, constituye también una interesante herramienta de trabajo, sobre todo enfocado al debate. También ha resultado interesante la aplicación de métodos de evaluación poco frecuentes (por desgracia) en la Universidad, concretamente la autoevaluación de referencia para el profesor.
Me gustaría, por otro lado, tomar la palabra al profesor y realizar alguna crítica constructiva. Creo que se han podido realizar afirmaciones poco precisas y poco acertadas sobre algunos temas históricos, concretamente la explicación de la situación de la Península Ibérica inmediatamente previa a la invasión musulmana y las causas principales de la rápida conquista peninsular (atribuida a una supuesta liberación fiscal). Como historiador, siempre intento realizar los apuntes que considero oportunos, siempre y cuando tengan que ver con mi ámbito de estudio o con un tema sobre el que me supongo competente. Las explicaciones simplistas de procesos históricos fundamentales como el mencionado pueden generar errores conceptuales entre quienes -desconociendo la realidad histórica- los asumen como verdaderos, perpetuando a su vez el error. En cualquier caso no lo considero un problema serio, pero sí me siento en la obligación de hacer este tipo de anotaciones.
Dicho esto, al margen de los citados inconvenientes sin importancia, no me queda sino manifestar mi satisfacción como alumno del Máster respecto a la asignatura. Ha cumplido con mis expectativas de introducción a la sociología de la educación sin seguir un guión estático e inmóvil. Todo lo contrario: la clase se a adaptado al alumnado, algo poco frecuente en la educación superior.
Sociología, Historia y Educación
Máster en Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato. Universidad de Castilla-La Mancha.
miércoles, 14 de noviembre de 2012
viernes, 9 de noviembre de 2012
Relativismo
Otro de los temas que me interesan sobre la sociedad actual es el relativismo imperante, tanto a nivel moral como filosófico. Da la sensación de que las mentes pensantes de la actualidad están deprimidas y sumidas en un escepticismo general en cuanto a las grandes cuestiones del hombre: ¿Quién soy? ¿A dónde voy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Hay algo más allá? El deseo de trascender del ser humano parece haber sido golpeado duramente por la apatía y el desinterés. La Verdad (con mayúsculas) ya no interesa como antes, especialmente entre la gente de a pie.
La afirmación "todo es relativo" ha hecho mucho daño. ¿Cuántas veces hemos oído "para mi Dios existe"? No nos equivoquemos. Dios, exista o no, lo hará o no lo hará para todos, no para unos pocos. ¿Acaso la vida democrática nos ha hecho creer que todas las teorías son igual de válidas, igual de verdaderas, igual de correctas? Hemos radicalizado el discurso de la igualdad hasta tal punto de llegar a un "todo vale", a un "esto es así para mi" y un "aquello es así para ti, pero no para mi", como si cada uno viviera una realidad propia independiente de la realidad común en la que todos nos movemos. La pluralidad de posiciones, legítima y natural, ha dado paso a un pluralismo indiferenciado basado en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas. La Verdad ha perdido su carácter exclusivo y absoluto. En este sentido, todo se reduce a opinión.
La afirmación "todo es relativo" ha hecho mucho daño. ¿Cuántas veces hemos oído "para mi Dios existe"? No nos equivoquemos. Dios, exista o no, lo hará o no lo hará para todos, no para unos pocos. ¿Acaso la vida democrática nos ha hecho creer que todas las teorías son igual de válidas, igual de verdaderas, igual de correctas? Hemos radicalizado el discurso de la igualdad hasta tal punto de llegar a un "todo vale", a un "esto es así para mi" y un "aquello es así para ti, pero no para mi", como si cada uno viviera una realidad propia independiente de la realidad común en la que todos nos movemos. La pluralidad de posiciones, legítima y natural, ha dado paso a un pluralismo indiferenciado basado en el convencimiento de que todas las posiciones son igualmente válidas. La Verdad ha perdido su carácter exclusivo y absoluto. En este sentido, todo se reduce a opinión.
Y si todo
son meras opiniones, ¿por qué debatir? ¿por qué dialogar? Si todas las
opiniones son igualmente válidas, ninguna lo es. Si no existe una Verdad
universal como punto de referencia común a alcanzar por todos se deduce que
nada es verdad, que nada es bueno o malo y que cada uno decide por
autoconvencimiento lo que es verdad para él. Algunos teóricos relativistas,
llevando el escepticismo a los límites, han optado por determinar que no existe
esta Verdad común a todos los seres humanos.
Esta es una
actitud derrotista y simplista, por no decir también cómoda. Que la Verdad no
pueda ser conocida en su totalidad no implica que no exista. De hecho, la
Verdad existe necesariamente, pues sino no sería verdad. Es más, los propios
escépticos absolutos deben partir necesariamente de una verdad contradictoria:
que no existe la Verdad. Esta actitud no sólo no es aceptable por su intrínseca
contradicción, sino que no puede ni debe ser deseable por nadie. De todas las
teorías sobre la realidad, el escepticismo constituye la más deprimente e
inhumana de todas. Como las demás, no es demostrable. Por lo tanto, ¿por qué
optar por la teoría del nihilismo? Sólo tiene utilidad teórica, no práctica, ya
que su puesta en práctica conduce necesariamente a la depresión. Ni
siquiera es posible ser completamente coherente con un pensamiento escéptico.
Antes o después el escéptico se pronunciará a favor o en contra de
decisiones ajenas y alzará la voz para decir "eso está mal" o
"eso es injusto" cuando vaya contra sus intereses. Ellos achacarán el
error a la educación y la influencia sociocultural que les rodea, pero está
demostrado que todos los pueblos de la historia, aislados o comunicados,
coinciden en un conocimiento natural de verdades morales
básicas comunes (y que no se fundamentan en un positivismo).
Todos
afirmamos o creemos estar en posesión de la verdad, que nuestras ideas son las
más correctas y que los demás deberían tenerlas en cuenta. Y esto no tiene
absolutamente nada de malo, es totalmente natural. Es más, siempre y cuando no
impongamos por la fuerza nuestras creencias, defender y argumentar una teoría
será un buen ejercicio de racionalidad y de actitud crítica ante la realidad
que contribuye a conocerla aun más y mejorarla. Pero por desgracia, el
imperante relativismo hace cada día más inútiles los debates y la
investigación. Las verdades son ahora personales y se construyen simplemente con
el autoconvencimiento.
No podemos
permitirnos caer en esta ingenuidad tan cómoda de creer lo que nos conviene
independientemente de su racionalidad. Que existe una Verdad es un hecho
objetivo y universal que nos afecta a todos. Que es difícil conocerla, incluso
imposible, también. Pero somos seres humanos, no podemos permitirnos desechar
todos los avances de la filosofía y perder la esperanza de encontrar respuestas
definitivas a nuestras inquietudes. No podemos conformarnos con verdades parciales
y provisionales respecto a la naturaleza del hombre y la realidad. Por ello
creo que, desde el respeto, deben rebatirse contundentemente las teorías
relativistas y el escepticismo radical. Por nuestro bien y por el suyo. No
deberíamos dejarnos avasallar por quienes califican de "totalitario"
a quien defiende su teoría como verdadera o mejor que la de los demás. Sería
estúpido no creer que tu teoría es la mejor si es la que estás siguiendo o
seguir una teoría si no crees que es la mejor. Claro, que en nuestra sociedad
la incongruencia está a la orden del día.
No
nos confundamos hay que respetar siempre a las personas, pero no
necesariamente las teorías. Es más, no deben respetarse (aceptarse como
factibles) las creencias que van contra la razón, sobre todo si son dañinas con
el ser humano. Respetemos a las personas y su derecho a expresar sus creencias,
pero si no creemos que sean aceptables, debemos iniciar el debate dialéctico.
Lo más importante, a día de hoy, es saber discernir entre lo correcto y lo
conveniente, adjetivos muy distintos y muchas veces opuestos que se confunden
con facilidad.
martes, 6 de noviembre de 2012
Sexo, género e igualdad
Uno de los temas sociales que más me han interesado últimamente es el concepto de género, la ideología de género o movimientos sociales de género. Es un tema verdaderamente escabroso y que generalmente toca la fibra sensible, pero me parece de vital actualidad e importancia por
las repercusiones que esta ideología tiene y puede llegar a tener en nuestra
sociedad. Es por ello que dedicaré bastantes líneas al asunto.
En primer lugar, me gustaría distinguir entre feminismo e ideología de género. La primera es un movimiento histórico que pretendía lograr la igualdad del hombre y la mujer en la vida social, superando los perjuicios históricos que habían llevado a menospreciar a la mujer en los distintos ámbitos. La ideología de género, pese a haber nacido en el seno del feminismo, es algo muy distinto.
El concepto de género, en sustitución al tradicional término sexo, se ha venido imponiendo en los últimos años a raíz de la actuación de movimientos de corte feminista-marxista (generalmente) que abogan por una idea constructivista de la identidad sexual. Pero comienza a hablarse de género ya desde finales de los años 60 en el ambiente intelectual de cuestionamiento del orden y sistema imperante que caracterizó el Mayo del 68.
Las intelectuales feministas seguidoras de los planteamientos de Simone de Beauvoir (a la que se le atribuye la famosa frase "la mujer no nace, sino que se hace") empezaron a mostrarse críticas contra el feminismo anterior, considerándolo erróneo en su única finalidad de conseguir la igualdad entre ambos sexos. Estas nuevas feministas, que podríamos calificar "feministas de género", consideraban que la verdadera igualdad no se conseguiría equilibrando la participación (política, laboral, social, familiar) de hombres y mujeres, sino que únicamente podrá alcanzarse cuando desaparezca la propia distinción entre hombre y mujer. Lo que de verdad esclaviza a la mujer es su propia existencia como ente distinto al varón.
Para el feminismo de género no existe una identidad sexual natural, es decir, no existen el hombre y la mujer como identidades diferenciadas por su naturaleza. Lo que existen son unas construcciones sociales elaboradas y controladas por los varones para mantener a la mujer limitada a su función reproductiva. La liberación de la mujer llegaría, desde esta perspectiva, cuando sea liberada de esa función atribución de proporcionar descendencia a los hombres. Es por ello que la ideología de género está jalonada por un intrínseco rechazo a la maternidad y al matrimonio, siendo este último la principal institución de represión impuesta por los hombres.
Dado que desde el feminismo de género no existe una sexualidad natural, la diversidad en la dimensión social de la personalidad de las personas se explica mediante factores culturales. La orientación afectivo-sexual pasa de ser una imposición biológica a una construcción/autoconstrucción cultural que se asimila
No se puede hacer distinción, por tanto, entre unas identidades sexuales u otras (heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, transexualidad) como más o menos naturales, como más o menos propias de un sexo u otro.
Hoy en día una de las voces más importantes del feminismo de género es Judith Butler, quien defiende que comprender el género como una categoría histórica es aceptar que el género, entendido como una forma cultural de configurar el cuerpo está abierto a su continua reforma y que la anatomía y el sexo no existen, sino un marco cultural. Términos como masculino y femenino son notoriamente intercambiables. Los términos para designar el género nunca se establecen definitivamente, sino que están siempre en construcción. En este sentido, se puede ser mujer en un cuerpo de hombre, y viceversa, ya que cada uno construye su propia identidad afectivo-sexual sin que haya una base natural previa.
El feminismo de género persigue la eliminación de identidades sexuales, sustituyéndolas por identidades de género que cada uno construye y transforma a lo largo de su vida. Es por ello que el matrimonio y la familia (entendidos en el sentido tradicional) formadas por el hombre y la mujer, deben suprimirse y equiparar todas las uniones de personas de cualquier género. Partiendo de estos principios se han aprobado leyes que equiparan el matrimonio entre hombre-mujer a la unión entre personas de la misma identidad sexual.
Se pretende mediante estos mecanismos alcanzar una sociedad sin clases de sexo. He aquí la fundamental vinculación con el marxismo y la idea de lucha de clases. La milenaria lucha entre hombres (patronos) y mujeres (proletarios) no terminará cuando se equiparen sus estatus, sino cuando los hombres y las mujeres no existan. Para ello hace falta un proceso de deconstrucción del patriarcado desde la política y la educación, de manera que las categorías propias del género calen en la sociedad.
Alison Jagger define así la deseada sociedad sin clases ni sexos: el final de la familia biológica eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad y las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como opciones alternas fuera del alcance de la regulación estatal. En vez de esto, las categorías de heterosexualidad y homosexualidad serán abandonadas. La misma institución de las relaciones sexuales en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido desaparecerá. La humanidad podrá por fin revertir su sexualidad poliformamente perversa natural.
Opinión personal:
A diferencia del original movimiento feminista, justo y positivo en sus planteamientos de igualdad, la ideología de género viene a ser una apuesta por la construcción personal de la realidad. En este sentido, constituye una ideología (o conjunto de teorías) sin ningún argumento racional. A día de hoy no es aceptable negar el determinismo de la biología. Existen únicamente dos sexos, el masculino y el femenino, y por mucho que uno desee la existencia de otros distintos, la realidad no cambiará. Pretender que el deseo modifique la realidad es ingenuo, la realidad no está sujeta a opiniones. Las perspectivas de la realidad pueden ser más acertadas o erróneas, pero aquella siempre será lo que es. En este caso, la defensa de una autoconstrucción de la identidad sexual no tiene fundamento. Uno puede vestirse como tradicionalmente lo hacen los hombres o las mujeres, puede actuar siguiendo los estereotipos considerados masculinos o femeninos, puede incluso modificar su propia morfología, pero ello no cambiará la realidad: uno es hombre o mujer antes de nacer.
Desde un punto de vista social, considero un hecho objetivo la necesidad de dar los últimos retoques prácticos (los teóricos ya están asumidos) que aseguren la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Pero la igualdad de oportunidades no implica igualdad radical ontológica. El hombre y la mujer son iguales en dignidad, pero no puede negarse que la biología determine características morfológicas (y psicológicas) entre ambos sexos. En lugar de defender una teoría neomarxista de lucha de sexos, yo apostaría por recalcar la complementariedad de las diferencias sexuales entre hombre y mujer, sin por ello despreciar o menospreciar las relaciones entre iguales.
En conclusión, no creo aceptable el cuestionamiento de la realidad científica sobre la identidad del ser humano. Podemos amoldar la sociedad para que todos nos sintamos respetados y aceptados en ella, podemos dejar a un lado las valoraciones morales en sexualidad, pero no podemos negar la realidad: existen identidades más propias del sexo masculino e existen identidades más propias del sexo femenino.
En primer lugar, me gustaría distinguir entre feminismo e ideología de género. La primera es un movimiento histórico que pretendía lograr la igualdad del hombre y la mujer en la vida social, superando los perjuicios históricos que habían llevado a menospreciar a la mujer en los distintos ámbitos. La ideología de género, pese a haber nacido en el seno del feminismo, es algo muy distinto.
El concepto de género, en sustitución al tradicional término sexo, se ha venido imponiendo en los últimos años a raíz de la actuación de movimientos de corte feminista-marxista (generalmente) que abogan por una idea constructivista de la identidad sexual. Pero comienza a hablarse de género ya desde finales de los años 60 en el ambiente intelectual de cuestionamiento del orden y sistema imperante que caracterizó el Mayo del 68.
Las intelectuales feministas seguidoras de los planteamientos de Simone de Beauvoir (a la que se le atribuye la famosa frase "la mujer no nace, sino que se hace") empezaron a mostrarse críticas contra el feminismo anterior, considerándolo erróneo en su única finalidad de conseguir la igualdad entre ambos sexos. Estas nuevas feministas, que podríamos calificar "feministas de género", consideraban que la verdadera igualdad no se conseguiría equilibrando la participación (política, laboral, social, familiar) de hombres y mujeres, sino que únicamente podrá alcanzarse cuando desaparezca la propia distinción entre hombre y mujer. Lo que de verdad esclaviza a la mujer es su propia existencia como ente distinto al varón.
Para el feminismo de género no existe una identidad sexual natural, es decir, no existen el hombre y la mujer como identidades diferenciadas por su naturaleza. Lo que existen son unas construcciones sociales elaboradas y controladas por los varones para mantener a la mujer limitada a su función reproductiva. La liberación de la mujer llegaría, desde esta perspectiva, cuando sea liberada de esa función atribución de proporcionar descendencia a los hombres. Es por ello que la ideología de género está jalonada por un intrínseco rechazo a la maternidad y al matrimonio, siendo este último la principal institución de represión impuesta por los hombres.
Dado que desde el feminismo de género no existe una sexualidad natural, la diversidad en la dimensión social de la personalidad de las personas se explica mediante factores culturales. La orientación afectivo-sexual pasa de ser una imposición biológica a una construcción/autoconstrucción cultural que se asimila
No se puede hacer distinción, por tanto, entre unas identidades sexuales u otras (heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, transexualidad) como más o menos naturales, como más o menos propias de un sexo u otro.
Hoy en día una de las voces más importantes del feminismo de género es Judith Butler, quien defiende que comprender el género como una categoría histórica es aceptar que el género, entendido como una forma cultural de configurar el cuerpo está abierto a su continua reforma y que la anatomía y el sexo no existen, sino un marco cultural. Términos como masculino y femenino son notoriamente intercambiables. Los términos para designar el género nunca se establecen definitivamente, sino que están siempre en construcción. En este sentido, se puede ser mujer en un cuerpo de hombre, y viceversa, ya que cada uno construye su propia identidad afectivo-sexual sin que haya una base natural previa.
El feminismo de género persigue la eliminación de identidades sexuales, sustituyéndolas por identidades de género que cada uno construye y transforma a lo largo de su vida. Es por ello que el matrimonio y la familia (entendidos en el sentido tradicional) formadas por el hombre y la mujer, deben suprimirse y equiparar todas las uniones de personas de cualquier género. Partiendo de estos principios se han aprobado leyes que equiparan el matrimonio entre hombre-mujer a la unión entre personas de la misma identidad sexual.
Se pretende mediante estos mecanismos alcanzar una sociedad sin clases de sexo. He aquí la fundamental vinculación con el marxismo y la idea de lucha de clases. La milenaria lucha entre hombres (patronos) y mujeres (proletarios) no terminará cuando se equiparen sus estatus, sino cuando los hombres y las mujeres no existan. Para ello hace falta un proceso de deconstrucción del patriarcado desde la política y la educación, de manera que las categorías propias del género calen en la sociedad.
Alison Jagger define así la deseada sociedad sin clases ni sexos: el final de la familia biológica eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad y las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como opciones alternas fuera del alcance de la regulación estatal. En vez de esto, las categorías de heterosexualidad y homosexualidad serán abandonadas. La misma institución de las relaciones sexuales en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido desaparecerá. La humanidad podrá por fin revertir su sexualidad poliformamente perversa natural.
Opinión personal:
A diferencia del original movimiento feminista, justo y positivo en sus planteamientos de igualdad, la ideología de género viene a ser una apuesta por la construcción personal de la realidad. En este sentido, constituye una ideología (o conjunto de teorías) sin ningún argumento racional. A día de hoy no es aceptable negar el determinismo de la biología. Existen únicamente dos sexos, el masculino y el femenino, y por mucho que uno desee la existencia de otros distintos, la realidad no cambiará. Pretender que el deseo modifique la realidad es ingenuo, la realidad no está sujeta a opiniones. Las perspectivas de la realidad pueden ser más acertadas o erróneas, pero aquella siempre será lo que es. En este caso, la defensa de una autoconstrucción de la identidad sexual no tiene fundamento. Uno puede vestirse como tradicionalmente lo hacen los hombres o las mujeres, puede actuar siguiendo los estereotipos considerados masculinos o femeninos, puede incluso modificar su propia morfología, pero ello no cambiará la realidad: uno es hombre o mujer antes de nacer.
Desde un punto de vista social, considero un hecho objetivo la necesidad de dar los últimos retoques prácticos (los teóricos ya están asumidos) que aseguren la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Pero la igualdad de oportunidades no implica igualdad radical ontológica. El hombre y la mujer son iguales en dignidad, pero no puede negarse que la biología determine características morfológicas (y psicológicas) entre ambos sexos. En lugar de defender una teoría neomarxista de lucha de sexos, yo apostaría por recalcar la complementariedad de las diferencias sexuales entre hombre y mujer, sin por ello despreciar o menospreciar las relaciones entre iguales.
En conclusión, no creo aceptable el cuestionamiento de la realidad científica sobre la identidad del ser humano. Podemos amoldar la sociedad para que todos nos sintamos respetados y aceptados en ella, podemos dejar a un lado las valoraciones morales en sexualidad, pero no podemos negar la realidad: existen identidades más propias del sexo masculino e existen identidades más propias del sexo femenino.
miércoles, 31 de octubre de 2012
¿Para qué sirve estudiar?
Se
ha debatido largo y tendido en el foro de la asignatura sobre la
utilidad/finalidad de los estudios. Independientemente de las opiniones
personales, desde un punto de vista objetivo, la Educación sólo sirve para dos
cosas:
A grandes rasgos, los Institutos y Universidades se esfuerzan por colmar al estudiante de conocimientos y disciplinas que son eficientes y eficaces a la vez. Eficientes porque cumplen -deberían- la función de solventar el deseo natural de conocimiento. Eficaces porque son -deberían- útiles a la hora de encontrar una función en la sociedad a la que los jóvenes terminan incorporándose.
Estudiar, por tanto, implica avanzar por estos dos caminos tan distintos. Desde el punto de vista teórico pueden ser compatibles y contradictorios ya que, si de verdad se potencian ambos aspectos de la Educación, ésta es útil para el individuo y para la sociedad. Pero, ¿qué ocurre cuando -como pasa en nuestro país- una de las dos funciones de la Educación no cumple las expectativas? ¿Y si no se cumple ninguna de las dos? En España, desde luego, no se cumple la función laboral de la Educación, ya que por muchos estudios que uno tenga, no existe aquel supuesto hueco en la sociedad que nos estaría esperando. Pero si la función laboral no se cumple en nuestro país, el panorama no es mucho mejor para la función psicológica-humana. Quizás por la creciente importancia del factor laboral, la parte más humana de la educación se ha ido desplazando cada vez más.
Los factores que han favorecido al desprestigio del Saber son muchos, y probablemente la mayoría externos al sistema educativo. No es necesario hablar de la programación televisiva, el hedonismo, consumismo e "inmediatismo" característicos de la sociedad occidental actual y sus trágicas consecuencias en la reputación de la cultura. Hemos avanzado en técnicas gracias a la Educación, hemos reducido el analfabetismo gracias a la Educación pero, ¿somos más felices gracias a ella? ¿han mejorado nuestros valores?
Sin valores, la Educación será sólo una fábrica de mano de obra. Seremos ciudadanos con trabajo, pero no necesariamente felices. Y en la actualidad, sin trabajo e infelices. El Sistema Educativo ideal es aquel que sabe alcanzar un equilibrio entre sus funciones, ya que ambas son igualmente fundamentales para el individuo y la sociedad. Desde mi punto de vista, si la Educación tuviera que cojear de alguna función, preferiría que lo hiciera de la función laboral. De nada sirve tener trabajo si no se es feliz. La felicidad es el mayor deseo en la naturaleza del hombre. El trabajo sólo debería ser un medio para conseguirla.
-Satisfacer
el deseo
natural de conocimiento (el saber contribuye a la felicidad y la
realización personal de los individuos)
-Regular el empleo (producción de mano de obra
encaminada a ocupar determinados puestos en la sociedad)
A grandes rasgos, los Institutos y Universidades se esfuerzan por colmar al estudiante de conocimientos y disciplinas que son eficientes y eficaces a la vez. Eficientes porque cumplen -deberían- la función de solventar el deseo natural de conocimiento. Eficaces porque son -deberían- útiles a la hora de encontrar una función en la sociedad a la que los jóvenes terminan incorporándose.
Estudiar, por tanto, implica avanzar por estos dos caminos tan distintos. Desde el punto de vista teórico pueden ser compatibles y contradictorios ya que, si de verdad se potencian ambos aspectos de la Educación, ésta es útil para el individuo y para la sociedad. Pero, ¿qué ocurre cuando -como pasa en nuestro país- una de las dos funciones de la Educación no cumple las expectativas? ¿Y si no se cumple ninguna de las dos? En España, desde luego, no se cumple la función laboral de la Educación, ya que por muchos estudios que uno tenga, no existe aquel supuesto hueco en la sociedad que nos estaría esperando. Pero si la función laboral no se cumple en nuestro país, el panorama no es mucho mejor para la función psicológica-humana. Quizás por la creciente importancia del factor laboral, la parte más humana de la educación se ha ido desplazando cada vez más.
Los factores que han favorecido al desprestigio del Saber son muchos, y probablemente la mayoría externos al sistema educativo. No es necesario hablar de la programación televisiva, el hedonismo, consumismo e "inmediatismo" característicos de la sociedad occidental actual y sus trágicas consecuencias en la reputación de la cultura. Hemos avanzado en técnicas gracias a la Educación, hemos reducido el analfabetismo gracias a la Educación pero, ¿somos más felices gracias a ella? ¿han mejorado nuestros valores?
Sin valores, la Educación será sólo una fábrica de mano de obra. Seremos ciudadanos con trabajo, pero no necesariamente felices. Y en la actualidad, sin trabajo e infelices. El Sistema Educativo ideal es aquel que sabe alcanzar un equilibrio entre sus funciones, ya que ambas son igualmente fundamentales para el individuo y la sociedad. Desde mi punto de vista, si la Educación tuviera que cojear de alguna función, preferiría que lo hiciera de la función laboral. De nada sirve tener trabajo si no se es feliz. La felicidad es el mayor deseo en la naturaleza del hombre. El trabajo sólo debería ser un medio para conseguirla.
sábado, 20 de octubre de 2012
Instrumentos de trabajo en Sociología: Sociograma
Los métodos que utiliza la Sociología en su investigación son muchos y variados: estudios de caso, estudios de muestra, entrevistas en profundidad, encuestas de estadística, tests,etc. Los resultados pueden representarse en gráficos, tablas, descripciones y otros instrumentos de gran utilidad epistemológica. Nosotros nos centraremos en uno en concreto: el sociograma.
Se trata de una técnica que obtiene, mediante la observación y contextualización, una manifestación gráfica (radiografía grupal) de las relaciones que los distintos sujetos estudiados tienen entre sí, sacando a la luz los lazos de influencia y de preferencia del grupo. Este sistema fue desarrollado por Jacob Levy Moreno en la década de los 30 como una herramienta de exploración y diagnóstico orientado a la enseñanza, pues permite detectar fácilmente el nivel de integración de cada alumno y los contextos en los que se desarrolla. Podemos conocer así el estatus medio, la popularidad, nivel de amistad, número de grupos y su tamaño, individuos aislados, etc.
El profesor pregunta a todos los alumnos del aula acerca del resto. La información se recoge y procesa, estableciendo un orden cuantitativo (nº de puntos positivos/negativos) para plasmarlo seguidamente de manera gráfica. El resultado es una red o tela de araña donde se aprecia de forma intuitiva la realidad social de la clase. Aquellos alumnos con muchos compañeros agrupados a su alrededor son los líderes de grupo, mientras que los sujetos con menos interconexiones representan a los individuos más aislados. En función del resultado del sociograma, el profesor podrá actuar con mayor seguridad en los puntos más importantes.
A continuación adjunto el resultado del sociograma realizado en clase:
Se trata de una técnica que obtiene, mediante la observación y contextualización, una manifestación gráfica (radiografía grupal) de las relaciones que los distintos sujetos estudiados tienen entre sí, sacando a la luz los lazos de influencia y de preferencia del grupo. Este sistema fue desarrollado por Jacob Levy Moreno en la década de los 30 como una herramienta de exploración y diagnóstico orientado a la enseñanza, pues permite detectar fácilmente el nivel de integración de cada alumno y los contextos en los que se desarrolla. Podemos conocer así el estatus medio, la popularidad, nivel de amistad, número de grupos y su tamaño, individuos aislados, etc.
El profesor pregunta a todos los alumnos del aula acerca del resto. La información se recoge y procesa, estableciendo un orden cuantitativo (nº de puntos positivos/negativos) para plasmarlo seguidamente de manera gráfica. El resultado es una red o tela de araña donde se aprecia de forma intuitiva la realidad social de la clase. Aquellos alumnos con muchos compañeros agrupados a su alrededor son los líderes de grupo, mientras que los sujetos con menos interconexiones representan a los individuos más aislados. En función del resultado del sociograma, el profesor podrá actuar con mayor seguridad en los puntos más importantes.
A continuación adjunto el resultado del sociograma realizado en clase:
domingo, 14 de octubre de 2012
Principales teorías sociológicas sobre Educación
Desde los mismos orígenes de la Sociología, los sucesivos investigadores han explicado el funcionamiento y las tendencias de la Educación desde diferentes perspectivas. Recogeremos aquí, de manera superficial, los principales modelos:
- Teoría técnico-funcionalista: la gradación diferencial y jerarquizada de remuneración, prestigio y valoración social de los diferentes puestos de trabajo sirve para atraer a las personas más adecuadas, que se esforzarán competitivamente por obtener la formación que se les exige. Los puestos más valorados serán los que requieran mayor preparación, y viceversa. Esto favorecerá una progresiva mayor especialización de la mano de obra acompañado de un mayor desarrollo industrial. El sistema educativo es el encargado de adecuar la formación a ese cambio.
-Teoría del capital humano: la inversión más rentable que un sistema económico puede hacer para crecer es aquella que mejora el capital humano, es decir, la que invierte en recursos, tecnología, organización, metodología y gestión de la educación. Se establece una analogía directa entre la inversión en material físico (tecnología, herramientas, fábricas) y la inversión en capital humano (educación y cualificación para el trabajo), siendo la primera perecedera y destruible, mientras que la segunda es permanente y duradera.
El llamado Informe Coleman (1966) y otras consultas estadísticas de los años 60 y 70 llegaron a la conclusión de que la influencia más decisiva en el rendimiento escolar se encontraba en el origen social del alumnado (familia, amigos, ambiente social), puesto que los materiales e inversión de las escuelas no producían variaciones considerables. Estos resultados venían a desestimar la creencia de que la mera inversión en recursos mejoraría la educación, determinando como igualmente necesaria la inversión social. Dentro de estos modelos destaca particularmente la posición de Randall Collins (1986), quien criticó el funcionalismo por su inevitable tendencia a multiplicar las titulaciones (credencials) como principal moneda de cambio del sistema. De ahí que se refiriera al sistema funcionalista como credencialismo, favorecedor de una sociedad que valora más los méritos oficialmente reconocidos que los conocimientos y capacidades reales de las personas. La sociedad, de este modo, se constituye como una meritocracia.
A partir de los años 70 surgen nuevas teorías que cuestionaron la culpabilidad de los alumnos respecto a su desigualdad y competitividad. La característica común a estas teorías es su intento de explicar que la principal utilidad de la educación es reproducir la estructura social. Según algunos sociólogos como Bowles y Gintis, la escuela aporta la mano de obra requerida por las empresas a través del sistema educativo, lo cual incluye la inculcación de disciplina y obediencia. Para otros como Louis Althusser, la escuela se constituye como principal instrumento ideológico del Estado, transmitiendo los valores de las clases dominantes y contribuyendo así las condiciones sociales de la sociedad. Sin embargo esta última postura fue duramente criticada por sobredeterminista. Posteriormente sociólogos como Baudelot y Establet en Francia se centraron más concretamente en los aspectos culturales, no tanto en los sociales. En cualquier caso, cualquiera de estos autores destacaron sobremanera la acción de las estructuras sociales sobre la acción humana, ignorando las posibles formas de resistencia.
Los modelos funcionalistas
Los teóricos funcionalistas se centran especialmente en la correlación existente entre la Educación y el crecimiento económico. En tanto que la economía requiere mano de obra cualificada técnicamente, el sistema educativo deberá contribuir al crecimiento económico de la sociedad. Dentro de este grupo teórico se insertan algunas teorías concretas:
- Teoría técnico-funcionalista: la gradación diferencial y jerarquizada de remuneración, prestigio y valoración social de los diferentes puestos de trabajo sirve para atraer a las personas más adecuadas, que se esforzarán competitivamente por obtener la formación que se les exige. Los puestos más valorados serán los que requieran mayor preparación, y viceversa. Esto favorecerá una progresiva mayor especialización de la mano de obra acompañado de un mayor desarrollo industrial. El sistema educativo es el encargado de adecuar la formación a ese cambio.
-Teoría del capital humano: la inversión más rentable que un sistema económico puede hacer para crecer es aquella que mejora el capital humano, es decir, la que invierte en recursos, tecnología, organización, metodología y gestión de la educación. Se establece una analogía directa entre la inversión en material físico (tecnología, herramientas, fábricas) y la inversión en capital humano (educación y cualificación para el trabajo), siendo la primera perecedera y destruible, mientras que la segunda es permanente y duradera.
Los modelos críticos con el funcionalismo
Las teorías de la reproducción
viernes, 5 de octubre de 2012
Sociología de la Educación
Como ya hemos apuntado, la Sociología aborda prácticamente todos los aspectos de la sociedad. Una de las perspectivas más interesantes -y la que a nosotros nos concierne en este Máster- es la educativa. En este sentido, la Sociología de la Educación constituye la rama concreta que, utilizando los conceptos y metodología de la Sociología para entender la Educación en su dimensión social. De esta manera la sociología de la Educación se inserta dentro de la propia disciplina educativa (y no a la pedagogía) al tener su mismo objeto de estudio.
Fue uno de los padres de la Sociología, Émile Durkeim quien, a través de su obras Educación y sociología, La educación: su naturaleza, su función y La evolución pedagógica en Francia, todas ellas publicadas de manera póstuma, dio los primeros pasos en la perspectiva sociológica-educativa. Para Durkheim, la Sociología de la Educación tiene dos objetivos mutuamente complementarios: la constitución histórica de los sistemas educativos (sus causas y fines); y la forma en que funcionan en las sociedades contemporáneas.
Dentro de esta rama sociológica se han venido sucediendo diferentes teorías sobre la educación. Podemos diferenciarlas de la siguiente manera:
1. Teorías técnico-funcionalistas y del capital humano que se plantearon para racionalizar el crecimiento económico y la modernización tras la segunda guerra mundial.
2. Los teorías críticas, desarrollados a partir de los años 70 para denunciar tanto la desigualdad como la inflación de títulos o credencialismo.
3. Las teorías de la reproducción que denunciaban el papel reproductor que el aparato escolar desempeña para la producción y la estructura social.
Fue uno de los padres de la Sociología, Émile Durkeim quien, a través de su obras Educación y sociología, La educación: su naturaleza, su función y La evolución pedagógica en Francia, todas ellas publicadas de manera póstuma, dio los primeros pasos en la perspectiva sociológica-educativa. Para Durkheim, la Sociología de la Educación tiene dos objetivos mutuamente complementarios: la constitución histórica de los sistemas educativos (sus causas y fines); y la forma en que funcionan en las sociedades contemporáneas.
Dentro de esta rama sociológica se han venido sucediendo diferentes teorías sobre la educación. Podemos diferenciarlas de la siguiente manera:
1. Teorías técnico-funcionalistas y del capital humano que se plantearon para racionalizar el crecimiento económico y la modernización tras la segunda guerra mundial.
2. Los teorías críticas, desarrollados a partir de los años 70 para denunciar tanto la desigualdad como la inflación de títulos o credencialismo.
3. Las teorías de la reproducción que denunciaban el papel reproductor que el aparato escolar desempeña para la producción y la estructura social.
domingo, 30 de septiembre de 2012
La Sociología ¿una ciencia intrusiva?
No es frecuente encontrar referencias a la Sociología en la Educación Secundaria y Bachillerato. Parece haber sido englobada y dispersada de mala manera dentro de las áreas de Historia, Geografía, Economía, Filosofía... que sí cuentan con un porcentaje de la docencia. ¿Es acaso la Sociología una disciplina transversal? ¿No es una ciencia? ¿Qué diferencia hay entre el sociólogo, el antropólogo, el historiador?
La Sociología es la ciencia social que estudia los fenómenos colectivos producidos por la actividad social de los seres humanos dentro del contexto histórico-cultural en que se encuentran inmersos. Con esta definición no queda resuelto el problema. Puede distinguirse fácilmente de la antropología, ya que ésta aborda el ser humano desde una perspectiva integral, ayudándose de otras ciencias sociales y naturales. Esto es, el antropólogo estudia al ser humano de manera holística. Pero, ¿qué ocurre con el historiador? Los contextos histórico-culturales son también su objeto de estudio.
Como historiador, considero que nuestro ámbito de trabajo y el de los sociólogos se solapa considerablemente. O, dicho de otra forma quizás más optimista, se complementan profundamente. Habitualmente los sociólogos se consagran al estudio de sociedades actuales, mientras que los historiadores abordan el pasado. También es cierto que, generalmente, los estudiosos de la Sociología prestan mayor atención a los aspectos más puramente sociales, mientras que la Historia pretende abarcar todos los ámbitos de la vida humana.
Pero existe una estrecha vinculación entre ambas profesiones. La Sociología necesita la Historia para conocer la realidades sociales del presente, pues éstas son fruto de su pasado, y la Historia necesita aplicar algunos de los métodos y criterios de la Sociología si quiere comprender las sociedades del pasado con profundidad. Ciertamente, no son pocos los historiadores que se preocupan por el mundo actual ni los sociólogos que analizan el pasado. Esto ha ocasionado confrontación entre los más academicistas de ambas ciencias, sin embargo considero que la interdisciplinariedad -siempre que ésta se conciba como un apoyo y no una metodología ordinaria- puede proporcionar numerosos avances científicos de relevancia. En este sentido, ninguna disciplina es intrusiva mientras proporcione nuevos conocimientos científicos.
En conclusión, podemos definir la Sociología como la Historia del presente. O, si se prefiere, podemos definir la Historia como la Sociología del pasado. Aunque cada disciplina aplica una metodología particular y una perspectiva propia, en última instancia ambas pretenden conocer la realidad social (política, económica, religiosa, filosófica, etc.) de las comunidades humanas.
La Sociología es la ciencia social que estudia los fenómenos colectivos producidos por la actividad social de los seres humanos dentro del contexto histórico-cultural en que se encuentran inmersos. Con esta definición no queda resuelto el problema. Puede distinguirse fácilmente de la antropología, ya que ésta aborda el ser humano desde una perspectiva integral, ayudándose de otras ciencias sociales y naturales. Esto es, el antropólogo estudia al ser humano de manera holística. Pero, ¿qué ocurre con el historiador? Los contextos histórico-culturales son también su objeto de estudio.
Como historiador, considero que nuestro ámbito de trabajo y el de los sociólogos se solapa considerablemente. O, dicho de otra forma quizás más optimista, se complementan profundamente. Habitualmente los sociólogos se consagran al estudio de sociedades actuales, mientras que los historiadores abordan el pasado. También es cierto que, generalmente, los estudiosos de la Sociología prestan mayor atención a los aspectos más puramente sociales, mientras que la Historia pretende abarcar todos los ámbitos de la vida humana.
Pero existe una estrecha vinculación entre ambas profesiones. La Sociología necesita la Historia para conocer la realidades sociales del presente, pues éstas son fruto de su pasado, y la Historia necesita aplicar algunos de los métodos y criterios de la Sociología si quiere comprender las sociedades del pasado con profundidad. Ciertamente, no son pocos los historiadores que se preocupan por el mundo actual ni los sociólogos que analizan el pasado. Esto ha ocasionado confrontación entre los más academicistas de ambas ciencias, sin embargo considero que la interdisciplinariedad -siempre que ésta se conciba como un apoyo y no una metodología ordinaria- puede proporcionar numerosos avances científicos de relevancia. En este sentido, ninguna disciplina es intrusiva mientras proporcione nuevos conocimientos científicos.
En conclusión, podemos definir la Sociología como la Historia del presente. O, si se prefiere, podemos definir la Historia como la Sociología del pasado. Aunque cada disciplina aplica una metodología particular y una perspectiva propia, en última instancia ambas pretenden conocer la realidad social (política, económica, religiosa, filosófica, etc.) de las comunidades humanas.
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